lunes, 29 de agosto de 2011

♠ FOLCLOR, CULTURA POPULAR O CULTURA PERUANA, un debate que debe terminar


ESCRIBE: JOSÉ VADILLO VILA

El Día Mundial del
Folclor es un buen
motivo para hacer un
reflexión sobre el tema.
¿Es el término más
adecuado para valorar
los saberes populares?
¿Tienen futuro nuestras
manifestaciones en un
mundo globalizado?
Opinan los especialistas.


UN TÉRMINO POLÉMICO
El folclor está hoy de fiesta, pero su propio nombre
genera debates. Para Roel Tarazona Padilla, director
general de la Escuela Nacional Superior de Folclore José
María Arguedas, escribir folklore o folclor es "irrelevante"
porque "lo importante es el concepto de folclor, como manifestaciones
culturales que se transmiten de generación
en generación". Es una forma de persistir. "La Unesco
estableció y reconoció en 1987 como un patrimonio
universal la cultura tradicional y popular, lo que antes se
definía como hecho folclórico".
Tarazona explica que el concepto de folclor, no excluye
el otro de "cultura viva". "Lo importante es que este patrimonio
sigue vigente. Porque a pesar de que el Estado no
le da importancia, se mantiene vigente sin protección".


Leer texto completo: http://es.scribd.com/doc/63424069/VARIEDADES-239

domingo, 28 de agosto de 2011

JULIO RAMÓN RIBEYRO:la poética del desgarro interior


Este miércoles 31 de agosto Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) hubiera cumplido 82 años. El ganador del Premio Alfaguara Juan Gabriel Vásquez habla sobre el autor de “La palabra del mudo” y reivindica su figura.
Por: Gonzalo Galarza Cerf
Domingo 28 de Agosto del 2011
Tenía apenas tres días para estar en Lima y era su primera visita al Perú. Es el ritmo de las giras cuando obtienes un premio literario de esa envergadura: aterrizas en una ciudad que no conoces (ni llegas a conocer), concedes entrevistas, comes, duermes y, si resta algo de tiempo, haces algo extra que realmente deseas. Juan Gabriel Vásquez deseó conocer más sobre Julio Ramón Ribeyro: fue a una librería y compró algunas de sus obras. “Me doy cuenta de que he comenzado a hablar de Ribeyro cada vez que puedo. Le pregunto a la gente si lo ha leído; les pregunto a mis alumnos norteamericanos si saben quién fue”, escribe en “Diario de un diario”, ensayo comprendido en su libro “El arte de la distorsión”. Eso fue en el 2009.
En esos tres días de julio que Vásquez estuvo en Lima presentó su novela ganadora “El ruido de las cosas al caer” en la feria del libro, se reencontró con el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez, quedó fascinado con la causa peruana, se sacó una foto con la imagen publicitaria de Fernando Iwasaki, y otra en el malecón que lleva el nombre del premio Nobel Mario Vargas Llosa, que elogió su novela “Los Informantes”: “Es testimonio de la riqueza de la imaginacón de Vásquez, así como de la elegancia y sutileza de su prosa”. Todo eso hizo y algo más: habló sobre lo que le genera la figura de Ribeyro.
En su ensayo, el reciente Premio Alfaguara hace una labor casi detectivesca y sigue las pistas del autor de “Solo para fumadores”: “[… ] es el mejor cuento de Ribeyro y uno de los primeros en una hipotética lista de cuentos latinoamericanos [...] No se parece en nada al resto de la obra de Ribeyro. Su registro, su fraseo, es el de las memorias personales, las confesiones”.
Ese artículo, afirma, es una puesta en escena de su preocupación por la historia literaria de Ribeyro. Sin embargo, el texto no solo se detiene en ese relato, sino que, a partir de esa historia, explica las razones por las que Ribeyro no está en ese canon latinoamericano. “Es profundamente injusto que un grande como él siga siendo un autor suplente del canon”, dice ahora Vásquez, quien sabe hasta el tipo de vino que tomaba el escritor peruano: el Saint-Émilion.
La reivindicación de la figura del creador de “Prosas apátridas” no es un acto aislado. En su país, Colombia, la figura de Julio Ramón Ribeyro ha sido elevada a una categoría en la que no se habla de seguidores, sino de fanáticos de su pluma. Entusiasmados que señalan: “Es un enorme prosista”; “Es uno de los maestros del cuento”.
Vásquez, cuya novela “Historia secreta de Costaguana obtuvo el premio Qwerty a la mejor novela en castellano en Barcelona, pertenece a ese grupo, y a ese linaje de personas para las cuales la lectura conserva todavía algo de subversivo: “Las generaciones que vienen ven a la literatura como la vitamina: ¡como si uno leyera para ser una mejor persona! Es una tontería. Leer novelas es un acto revolucionario, de contradicción con la sociedad. La letra impresa provoca adicción, muchas veces mal sana, que te obliga a ser antisocial, a rechazar al otro; todo el tiempo entendiéndolo mejor. Eso se está perdiendo y no me importa decirlo con nostalgia”.
Esa postura, a sus 38 años, lleva al escritor colombiano a mostrar su hartazgo (lo deja claro también en otro ensayo) ante la eterna pregunta en torno a cómo es escribir bajo la sombra de García Márquez: “Me irrita que la influencia literaria sea vista como un factor territorial, cuando su belleza está en la capacidad de trascender fronteras, de nutrirse tanto de la tradición de tu país como la del país vecino. Me interesa más la idea transnacional de la literatura”.
Su paso por París
Vásquez no estudia, sino que examina a fondo al autor de “La palabra del Mudo”. Lo mismo hizo antes con otros escritores durante su proceso de formación. La suya es una narrativa que ha crecido bajo la influencia de Philip Roth,distinta a la de García Márquez, cuya obra estuvo marcada por Faulkner y Hemingway. “Una de las grandes lecciones de García Márquez fue la infidelidad a la tradición colombiana. El error de muchos novelistas colombianos por querer ser García Márquez ha sido recostarse en la tradición garciamarquiana o del Boom de manera excesiva, sin darse cuenta de que muchas veces las herramientas las vende alguien que está en otra lengua y en otra tradición”.
¿En ese sentido estás en una especie de orfandad?
Sí. Un novelista de algún modo es siempre alguien que busca ser huérfano. Una novela más o menos exigente es siempre una crítica y una respuesta a una novela que la precedió. Y, de algún modo, un asesinato del padre, una voluntad de aclaración de parricidio, de pertenencia a algo nuevo.
Sus filiaciones –si damos por descontado el Boom Latinoamericano– están estrechamente ligadas a autores anglosajones. A sus 23 años, arribó a París siguiendo a esos novelistas que tanto había admirado: “No solo estoy hablando del Boom, sino también de la Generación Perdida: Hemingway, Fitzgerald y Joyce, que escribieron en París. Me han servido de guías para dedicarme a escribir ficciones”.
Cuando llegó en el año 96, París no era más el ombligo literario del mundo de los sesenta. Años después se fue por esa razón: “Descubrí esa terrible inocencia: creer que las ciudades pueden transformar a alguien en escritor casi mágicamente”.
Vásquez se mudó a París también tras los pasos del mito latinoamericano de Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez. No sabía nada de Ribeyro. Por eso, se lamenta en su ensayo: “Ribey-ro murió el 4 de diciembre de 1994, en el Hospital de Enfermedades Neoplásicas de Lima. No alcanzó a volver a París; murió un año y medio antes de que yo llegara, así que nunca pude conocerlo”.
La formación
Tras su paso por Francia, tenía una sola certeza en su vida: no quería volver a Colombia. Y se fue a casa de una pareja amiga, en una campiña belga: “Era una vida decimonónica, muy rara, y fui a pedirles consejos: ‘No sé qué hacer con mi vida’, les dije. Me contestaron: ‘Quédate con nosotros y luego decides’”. Esos diez meses que pasó allí fueron fundamentales: “Descubrí qué tipo de escritor quería ser y cuáles eran y cómo se escribían esos libros que yo quería escribir”.
El resultado de ese proceso casi de taller es el volumen de cuentos “Los amantes de Todos los Santos”: historias viscerales en las que se evidencia la predilección de Vásquez por hurgar en episodios ocultos del pasado, reales o no (después lo haría magistralmente en “Los informantes”). Quizá durante esa estancia en Bélgica se hizo esas mismas preguntas que halla entre líneas en los cuentos que se acercan cada vez más al tono de “Solo para fumadores”: “Todos los cuentos mencionados (‘El polvo del saber’, ‘El ropero, los viejos y la muerte’) tienen un ingrediente en común: algo que se puede llamar nostalgia, o recuperación, algo que comienza a hacer las preguntas que Ribeyro no se ha hecho hasta ahora: quién soy, de dónde vengo, qué he hecho con mi vida”.
La disciplina
Hoy Vásquez se define como un novelista de horario. Y revela más sobre esa influencia vargasllosiana: “Fue muy fuerte para mí a nivel de teoría literaria, de método y de oficio. Y mientras escribía ‘Los informantes’ siempre fui consciente de que el narrador de la novela debía imitar la misma trayectoria que yo tuve: investigar, buscar testigos y descubrir que estos no querían hablarme y que había un tema tabú y de misterio en la sociedad colombiana de los años cuarenta. Es una novela absolutamente periodística”.
Después de esa obra –que aborda el tema de la traición a través de la relación de un catedrático y su hijo, y que narra la persecución de nazis en Colombia durante la Segunda Guerra Mundial–vendría “Historia secreta de Costaguana” y después el Premio Alfaguara. Pero, entre uno y otro libro, Vásquez seguiría buscando a Ribeyro. “‘Solo para fumadores’ se me presenta, en su obra, como una gigantesca contradicción, como una defenestración de sus posiciones más arraigadas. Es un resumen, no un fragmento; y es voluntaria, intensa, descaradamente autobiográfica. En el cuento, Ribeyro desecha todas sus lealtades (para con Maupassant, para con Chéjov). ¿Pero cómo llegó a hacerlo?”, se pregunta en su ensayo.
¿Qué te atraía de Ribeyro?
Me interesaba explorar y ver cómo él no tuvo vocación antinovela clara como sí la tuvo Borges. Borges la despreciaba y la desdeñaba porque la novela había perdido el carácter oral de la literatura. Pero Ribeyro no, quería escribir novelas y se atormentaba y publicó algunas y son mediocres. Esa especie de desgarro interior es muy interesante para mí.
Explica los casos raros en la historia de la escritura, en los que el temperamento hace al escritor especialmente dotado para un género y mal dotado para todos los demás. “Todavía no entiendo muy bien ‘Los jefes’ de Vargas Llosa. Es un libro bastante bueno, pero es un exotismo en su obra. De allí en adelante nunca logra ser menor. Él solo sabe ser novelista. Es esta especie de ADN de algunos escritores”.
Dice que siempre le han interesado los cambios radicales de poética de los escritores. “Normalmente suelen aferrarse a una poética casi como una tabla de salvación, como una guía espiritual. Eso fue lo que hizo Ribeyro con el realismo tan estricto que practicó en sus primeros cuentos. Y para mí sus mejores relatos están en el extremo opuesto a esa poética que él fue descubriendo poco a poco y casi de una manera dolorosa. Que tus mejores cuentos los escribas casi a pesar tuyo, enfrentado con tus convicciones…
Con la novela que le dio el Premio Alfaguara, Vásquez explora los efectos emocionales y morales que la violencia colombiana tuvo en la gente. En ese sentido, su escritura también se enfrenta no a un género sino a un pasado.
¿Cómo ha marcado Colombia tu escritura?
Mucho. Yo vuelvo siempre, y después de pasar algunas semanas, algo me empieza a incomodar. Vivir en Barcelona me estimula, le tengo gratitud a esa ciudad, pero Colombia y su historia son mi obsesión.
La misma que tiene por Julio Ramón Ribeyro.

lunes, 22 de agosto de 2011

♠ BLANCA VARELA: POESÍA REUNIDA


Poesía REUNIDA

Un recorrido por algunos de los más celebrados poemas de Blanca Varela desde “Puerto Supe”, que forma parte de su primer libro “Ese puerto existe”, publicado en México, en 1959.
Domingo 21 de Agosto del 2011
Casa de cuervos
porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío
no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas posado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie
aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme –nada infinita–
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver
(Otros poemas, 1983)
Puerto Supe
Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo, sombra veloz,
nubes de espanto, oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras
la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación, un mismo tiempo
de chorreantes dedos y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.
Amo la costa, ese espejo muerto
en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.
Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre ciego
pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas.
En esta costa soy el que despierta
entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía,
el que no quiere ver la noche.
Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente en donde lloro a solas.
(De “Ese puerto existe”, 1959)
Vals del “Angelus”
Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del mundo, la de la
última sala, junto a las letrinas, la de la herida negra como un ojo bajo el seno izquierdo.
Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora a sus crías, la que se traga sus lágrimas y engorda, la que debe abortar en cada luna, la que sangra todos los días del año.
(*) Fragmento. (De “Valses y otras falsas confesiones”, 1971)
Ejercicios
II
miente la nube
la luz miente
los ojos
los engañados de siempre
no se cansan de tanta fábula
(De “Valses y otras falsas confesiones”, 1971)
Justicia
vino el pájaro
y devoró al gusano
vino el hombre
y devoró al pájaro
vino el gusano
y devoró al hombre
(De “Canto villano”, 1978)
niño come llorando
llora comiendo niño
en animal concierto
el placer y el dolor
hacen al ángel
a dos carrillos músico
(Concierto animal, 1999)

sábado, 20 de agosto de 2011

♠ JULIO CORTAZAR ENTREVISTA EN VIDEO DONDE CUENTA COMO ESCRIBIÓ SUS OBRAS

♠ MARIO VARGAS LLOSA Y LA DERROTA DEL FASCISMO


Por Mario Vargas Llosa
La victoria de Ollanta Humala en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el último 5 de junio, ha salvado al Perú de la instalación de una dictadura que, amparada por una mayoría electoral, hubiera exonerado al régimen de Fujimori y Montesinos (1990-2000) de los crímenes y robos que cometió, así como de los atropellos a la Constitución y a las leyes que marcaron ese decenio. Y hubiera devuelto al poder a los 77 civiles y militares que, por delitos perpetrados en esos años, cumplen prisión o se encuentran procesados. Por la más pacífica y civilizada de las formas –un proceso electoral– el fascismo hubiera resucitado en el Perú.
“Fascismo” es una palabra que ha sido usada con tanta ligereza por la izquierda, más como un conjuro o un insulto contra el adversario que como un concepto político preciso, que a muchos parecerá una etiqueta sin mayor significación para designar a una típica dictadura tercermundista. No lo fue, sino algo más profundo, complejo y totalizador que esos tradicionales golpes de Estado en que un caudillo moviliza los cuarteles, trepa al poder, se llena los bolsillos y los de sus compinches, hasta que, repelido por un país esquilmado hasta la ruina, se da a la fuga.
El régimen de Fujimori y Montesinos –da vergüenza decirlo– fue popular. Contó con la solidaridad de la clase empresarial por su política de libre mercado y la bonanza que trajo la subida de los precios de las materias primas, y de amplios sectores de las clases medias por los golpes asestados a Sendero Luminoso y al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, cuyas acciones terroristas –apagones, secuestros, cupos, bombas, asesinatos– las tenían en la inseguridad y el pánico. Sectores rurales y lumpen fueron ganados mediante políticas asistencialistas de repartos y dádivas. Quienes denunciaron los atropellos a los derechos humanos, las torturas, desapariciones y aniquilamiento masivo de  campesinos, trabajadores y estudiantes acusados (falsamente en la mayoría de los casos) de colaborar con el terrorismo, fueron perseguidos e intimidados, y sufrieron toda clase de represalias. Montesinos prohijó la floración de una “prensa chicha” inmunda, cuya razón de ser era hundir en el oprobio a los opositores mediante escándalos fabricados.
Los medios de comunicación fueron sobornados, extorsionados y neutralizados, de modo que el régimen sólo contó con una oposición en la prensa minimizada y en sordina, la necesaria para jactarse de respetar la libertad de crítica. Periodistas y dueños de medios de comunicación eran convocados por Montesinos a su oscura cueva del Servicio de Inteligencia, donde no sólo se les pagaba su complicidad con bolsas de dólares, también se les filmaba a escondidas para que quedaran pruebas gráficas de su vileza. Por allí pasaban empresarios, jueces, políticos, militares, periodistas, representantes de todo el espectro profesional y social. Todos salían con su regalo bajo el brazo, encanallados y contentos.
La Constitución y las leyes fueron adaptadas a las necesidades del dictador, a fin de que él y sus cómplices parlamentarios pudieran reelegirse con comodidad. Las pillerías no tenían límite y llegaron a batir todas las marcas de la historia peruana de la corrupción. Ventas de armas ilícitas, negocios con narcotraficantes a quienes la dictadura abrió de par en par las puertas de la selva para que sus avionetas vinieran a llevarse la pasta básica de cocaína, comisiones elevadas en todas las grandes operaciones comerciales e industriales, hasta sumar en diez años de impunidad la asombrosa suma de unos seis mil millones de dólares, según cálculos de la Procuraduría que, al volver la democracia, investigó los tráficos ilícitos durante el decenio.
Esto es, en apretado resumen, lo que iba a retornar al Perú con los votos de los peruanos si ganaba las elecciones la señora Keiko Fujimori. Es decir, el fascismo del siglo XXI. Este ya no se encarna en esvásticas, saludo imperial, paso de ganso y un caudillo histérico vomitando injurias racistas en lo alto de una tribuna. Sino, exactamente, en lo que  representó en el Perú, de 1990 a 2000, el gobierno de Fujimori. Una pandilla de desalmados voraces que, aliados con empresarios sin moral, periodistas canallas, pistoleros y sicarios, y la ignorancia de amplios sectores de la sociedad, instala un régimen de intimidación, brutalidad, demagogia, soborno y corrupción, que, simulando garantizar la paz social, se eterniza en el poder.
El triunfo de Ollanta Humala ha mostrado que todavía quedaba en el Perú una mayoría no maleada por tantos años de iniquidad y perversión de los valores cívicos. Que esta mayoría fuera apenas de tres puntos pone los pelos de punta, pues indica que las bases de sustentación de la democracia son muy débiles y que hay en el país casi una mitad de electores que prefiere vivir bajo una satrapía que en libertad. Es una de las grandes tareas que tiene ahora en sus manos el gobierno de Humala. La regeneración moral y política de una nación a la que, el terrorismo de un lado y, del otro, una dictadura integral, han conducido a tal extravío ideológico que buena parte de él añora el régimen autoritario que padeció durante diez años.
La derrota del fascismo
Un rasgo particularmente triste de esta campaña electoral ha sido la alineación con la opción de la dictadura del llamado sector A, es decir la gente más próspera y mejor educada del Perú, la que pasó por los excelentes colegios donde se aprende el inglés, la que envía a sus hijos a estudiar a Estados Unidos, esa “elite” convencida de que la cultura cabe en dos palabras: whisky y Miami. Aterrados con los embustes que fabricaron sus propios diarios, radios y canales de televisión, que Ollanta Humala reproduciría en el Perú la política de estatizaciones e intervencionismo económico que ha arruinado a Venezuela, desencadenaron una campaña de intoxicación, calumnias e infamias indescriptibles para cerrarle el paso al candidato de Gana Perú, que incluyó, por supuesto, despidos y amenazas a los periodistas más independientes y capaces. Que estos, sin dejarse amedrentar, resistieran las amenazas y lucharan, poniendo en juego su supervivencia profesional, para abrir resquicios en los medios donde pudiera expresarse el adversario, ha sido uno de los hechos más dignos de esta campaña (por ejemplo, destaco la labor realizada por la publicación digital La Mula). Así como fue uno de los más indignos el papel desempeñado en ella por el arzobispo de Lima, el cardenal Cipriani, del Opus Dei, uno de los pilares de la dictadura fujimontesinista, que me honró haciendo leer en los púlpitos de las iglesias de Lima, en la misa del domingo, un panfleto atacándome por haberlo denunciado de callar cuando Fujimori hacía esterilizar, engañándolas, a cerca de trescientas mil campesinas, muchas de las cuales murieron desangradas en esa infame operación.
¿Y ahora, qué va a pasar? Leo en El Comercio, el diario del grupo que superó todas las formas de la infamia en su campaña contra Ollanta Humala, un editorial escrito con gran moderación y, se diría, con entusiasmo, por la política económica que se propone aplicar el nuevo Presidente, la que ha sido celebrada también, en un programa televisivo, por directivos de la confederación de empresarios, uno de los cuales afirmó: “En el Perú lo que falta es una política social”. ¿Qué ha ocurrido para que todos se volvieran humalistas de pronto? El nuevo Presidente sólo ha repetido en estos días lo que dijo a lo largo de toda su campaña: que respetaría las empresas y las políticas de mercado, que su modelo no era Venezuela sino Brasil, pues sabía muy bien  que el desarrollo debía continuar para que la lucha contra la pobreza y la exclusión fuera eficaz. Desde luego, es preferible que los nostálgicos de la dictadura escondan ahora los colmillos y ronroneen, cariñosos, a las puertas del nuevo gobierno. Pero no hay que tomarlos en serio. Su visión es pequeñita, mezquina e interesada, como lo demostraron en estos últimos meses. Y, sobre todo, no hay que creerles cuando hablan de libertad y democracia, palabras a las que sólo recurren cuando se sienten amenazados. El sistema de libre empresa y de mercado vale más que ellos y por eso el nuevo gobierno debe mantenerlo y perfeccionarlo, abriéndolo a nuevos empresarios, que entiendan por fin y para siempre que la libertad económica no es separable de la libertad política y de la libertad social, y que la igualdad de oportunidades es un principio irrenunciable en todo sistema genuinamente democrático. Si el gobierno de Ollanta Humala lo entiende así y procede en consecuencia, por fin tendremos, como en Chile, Uruguay y Brasil, una izquierda genuinamente democrática y liberal y el Perú no volverá a correr el riesgo que ha corrido en estos meses, de volver a empantanarse en el atraso y la barbarie de una dictadura.

viernes, 19 de agosto de 2011

♠ MÉXICO PRESENTA ORTOGRAFÍA DE LA LENGUA ESPAÑOLA CON NUEVAS NORMAS


México: Presentan "Ortografía de la Lengua Española"
Miembros de la Academia Mexicana de la Lengua y otros intelectuales presentaron en México la nueva del libro "Ortografía de la Lengua Española", la primera obra que unifica las normas de escritura del español en todo el mundo.
"La escritura del español cuenta por fin y por primera vez en su historia con una ortografía normalizada y comúnmente aceptada por toda la comunidad hispanohablante y que se rige por unas mismas normas gráficas", dijo el director de la Academia Mexicana de la LenguaJaime Labastida.
Esta obra es una muestra de que el vínculo entre las distintas academias es cada vez mayor. "La ortografía nos unifica y hace que podamos leer sin problemas mayores un libro impreso en España y en México, en Colombia o Argentina", apuntó.
Tras presentarse en Madrid en diciembre de 2010, el libro puede ser adquirido en las librerías mexicanas y, según la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las ArtesConsuelo Sáizar, también estará disponible en todas las bibliotecas públicas del país.
Algunas de las novedades aparecidas en la nueva ortografía son la desaparición de la "Ch" y la "Ll" del alfabeto -que queda compuesto de27 letras- , la omisión de la tilde en la conjunción disyuntiva "o" entre números, o la necesidad de escribir el prefijo ex unido en palabras como "exnovio" o "exministro".
(LaRepublica.pe/EFE)

miércoles, 17 de agosto de 2011

♠ EL ORIGEN DE LAS MALDICIONES DE LAS MOMIAS EGIPCIAS


El origen de las maldiciones de las momias egipcias
"Lord Carnarvon"
Advertencia: Este artículo trata de una maldición cuyo poder es tan formidable que se ha llegado a decir que tan sólo mencionarla puede traer consecuencias nefastas.
La maldición de las momias es espeluznante.
La más conocida quizás es la del faraón Tutankamón, que nació cuando, en 1923, poco después de presenciar la apertura de un hueco en la puerta de la tumba del faraón, el aristócrata inglés que financió la excavación, George Edward Stanhope Molyneux Herbert, quinto conde de Carnarvon -más conocido como Lord Carnarvon- murió por la picadura de un mosquito que le envenenó la sangre.
Esa historia recorrió el mundo y generó un montón de supersticiones, por lo que muchos historiadores piensan que ése fue el origen de esas maldiciones de ultratumba.
Pero Roger Luckhurst, experto en literatura victoriana y profesor de literatura moderna en la Universidad de Londres, le contó a la BBC que había una historia de otros dos caballeros ingleses que precedía a la tan famosa maldición de Tutankamón.
Thomas Douglas Murray compró en Luxor en 1865 una bellamente decorada tapa interna del sarcófago de una sacerdotisa de la dinastía XXI de Egipto. Poco después de la adquisición, Murray se fue de caza y se voló su propio brazo con un disparo. Entre tanto, su compañero de viaje en Luxor, Arthur Wheeler, retornó a Cairo y descubrió que el colapso de un banco en China le había costado su fortuna.
Esa doble desgracia disparó una gama extraordinaria de rumores y superstición. Y la mala suerte viajó con el sarcófago de la momia hasta Londres, donde "causó" dos décadas de líos a la familia Wheeler.
Las historias de lo que sucedía por la mera presencia de la momia eran dignas de un clásico de horror. Incluían enfermedades, muertes prematuras y una serie de accidentes que le ocurrían a cualquier persona que intentara tomarle una foto.
En 1889, para deshacerse de él, los Wheelers le donaron el sarcófago al Museo Británico y empezaron a correr rumores de que en los Salones Egipcios del museo había fantasmas. La momia todavía es conocida como "La momia de la mala suerte".
Llamado a la razón
Varios famosos tuvieron que ver con la historia de ese sarcófago, entre ellos el escritor Arthur Conan Doyle, la gran dama del ocultismo Madame Helena Blavatsky y el periodista W.T.Stead, quien advirtió que hasta hablar de la maldición era peligroso.
Litografía de poster del R.M.S Titanic de Montague Black (1884-1940),
"Litografía de poster del R.M.S Titanic de Montague Black (1884-1940), "
Lo curioso es que, a pesar de lanzar la alerta, Stead habló de ella durante un viaje en un barco transatlántico en 1912. Unas horas después, él junto con otros más de mil pasajeros del R.M.S. Titanic murieron.
Nuestra mente racional grita que todo esto son bobadas. Pero sí, esas cosas efectivamente ocurrieron...
"Sí, yo creo que todos pensamos eso", le dice a BBC Mundo Roger Luckhurst entre risas.
"Pero lo que hay que recordar son detalles como que, por ejemplo, que Thomas Douglas Murray se quedó sin un brazo, ¡pero vivió hasta los 70 años! Sobrevivió por 50 años la supuesta maldición".
Un egiptólogo diría, con razón, que todas esos cuentos son basura, señala Luckhurst. "Pero como yo soy un historiador cultural, lo que me interesa es entender por qué estas historias son tan atractivas, por qué nos gusta tanto poner en circulación este tipo de narrativas".
Pero la tarea de investigarlas es difícil. Las supersticiones no sólo funcionan conectando coincidencias, sino que viven de rumores, por lo que es difícil encontrar material de estudio.
Entrando a la casa de los muertos
Una posible explicación del surgimiento de la superstición es quizás la culpa. Al fin y al cabo, lo que estos aristócratas británicos estaban haciendo podría considerarse como profanación.
Sin embargo, "según lo que he leído e investigado, los exploradores y primeros arqueólogos no tenían esa actitud reverencial ante la muerte; eso es un sentimiento moderno", señala Roger Luckhurst.
Luckhurst nos recuerda que hasta hace relativamente poco, momias -aunque no de faraones, sino de gente común y corriente- se usaban como combustible, tanto en hogueras como en motores a vapor, pues permanecen prendidas por mucho tiempo. No sólo eso. Durante siglos Occidente había usado el polvo de momias molidas como una medicina. Y hasta 1905, polvo de momia fue utilizado como pigmento en pinturas.
Además, en el mundo británico del siglo XIX, la muerte era algo más cercana y cotidiana que en la actualidad. Mucha más gente moría en casa, muchas madres morían por sólo parir y si sobrevivían, no era raro que vieran morir a sus hijos.
Paranoia
Los que sí había, le señala Luckhurst a BBC Mundo, era "una serie de presiones muy particulares en el siglo XIX".
"La investigación sobre la Biblia la había convertido en un documento histórico. Ya no era la voz de Dios. Se podía probar que había sido escrita por varias personas en varias épocas. Eso, conjugado con el crecimiento de la ciencia y el Darwinismo, había sacudido las creencias tradicionales religiosas".
Ante eso, no era tanto la muerte sino la vida después de la muerte lo que preocupaba.
"Es por ello que hay tal auge en el espiritualismo. Pero yo creo que la maldición de las momias también tiene que ver con el colonialismo. Los rumores empiezan a circular después de 1882, cuando Reino Unido ocupa físicamente Egipto".
"Es un relato de ocupados defendiéndose. Es paranoia", señala Luckhurst.
Los objetos que los británicos traían de Egipto eran algo que el invasor le había quitado al invadido.
"Si la despiadada momia amenaza su hogar, sus posesiones y hasta su bella mujer, es como si los roles se hubieran invertido".
Y luego, hay que acordarse que se trataba de Egipto: exótico, pero no salvaje.
Lo que estaban encontrando eran vestigios de una cultura deslumbrante.
"Podían admirar la cultura de los antiguos egipcios pero al mismo tiempo sentir ansiedad, pues era una cultura en ruinas: representaba el hecho de que todos los imperios caen", explica el especialista. BBC

lunes, 15 de agosto de 2011

♠ ROSINA VALCÁRCEL (Acaba de publicar "Naturaleza viva") Entrevista


La emblemática poeta Rosina Valcárcel acaba de publicar “Naturaleza viva”. La ocasión es propicia para conversar sobre su oficio, el ser mujer y la vida.
Por: Enrique Sánchez Hernani
Domingo 14 de Agosto del 2011
Está contenta con su nuevo libro. En un poema menciona que se cortaría las venas. “No es un lugar común es un terrible episodio de mi vida ocurrido hace dos años, una crisis emocional que me llevó a la clínica”, confiesa. “Naturaleza Viva”, publicado por Hipocampo Editores, la ha devuelto del infierno: “he vuelto renacida”, nos dice Rosina Valcárcel (Lima 1947), antropóloga, periodista, escritora y una de las voces más representativas de la generación del 70. Y de hecho, tras cinco años de silencio, su poética renace en este libro que –junto a otros cuatro títulos– recibió uno de los premios en la categoría de poesía breve.
¿Cuál es el eje de tu último libro, “Naturaleza viva”?
Tiene cuatro secciones. En una desarrollo amores platónicos, de sueños, de una transferencia afectiva, sin haber tenido un amor carnal. Pero también hay un poema donde le “jalo” la oreja a Diego Rivera, por enamorador, por haberse acostado con la hermana de Frida Khalo. Cuando estuve en México con mis padres, muy niña, lo conocí en su taller. Y también a Frida, en un mitin, sentada en su silla de ruedas; me impresionaron sus collares, su bozo, sus cejas.
¿“Naturaleza viva” es lo más lírico que has escrito?
Desde “Sendas del bosque” (1966) mi poesía siempre ha estado atravesada por el lirismo. No sé por qué, siendo socialista.
Sé que te visitan poetas jóvenes…
Quienes se comunican más conmigo son Alessandra Tenorio, Melissa Patiño y Vanesa Martínez. Les digo que están hablando mucho de la familia en su poesía, que hay que entrar a otros temas. Creo que hay una vuelta al individualismo. En los 70 estábamos por lo social y las poetas del 80 por la defensa del cuerpo. La familia no está mal, pero no habría que desdeñar lo demás.
¿Han cambiado las circunstancias en las que las mujeres escribían poesía en los setenta y en estos últimos años?
Mucho. En los ‘70 las posibilidades eran mínimas. Me acuerdo de Águeda Castañeda, Queti Belevan y Sonia Luz Carrillo, pero el acceso a la literatura lo tenían los varones. Mis amigos de “Piélago”, Julio Nelson, Juan Ojeda, Guillermo Chirinos Cúneo, Hildebrando Pérez, me prestaban los libros, en especial de los surrealistas que me marcaron. No nos marginaban, pero la sociedad no veía muy útil que las mujeres nos dedicásemos a la poesía. En el 2011, tenemos acceso a libros, a la Internet, a los congresos.
¿En esos años leías poesía de mujeres de otros países?
No, empiezo a leerlas a fines de los años ochenta. Andaba más en las clases de la universidad, con mi hija, con mi pareja, preocupada por la salud de mi padre, con la militancia humanista. A quien leía era a Lola Thorne y a Julia Ferrer. A Blanca Varela la leo recién en los ochenta, porque creía que era conservadora y cuando la descubro me digo: “qué mujer más grande”. Mucho después le hice una entrevista para la revista “La Casa de Cartón”.
¿Cómo fue esa conversación?
Me invitó un vasito de whisky para romper el miedo. Me salió la periodista y le dije que luego de la muerte de su hijo había perdido su sequedad. Pensé que me iba a botar, pero bajó la cabeza y me dijo que tenía razón. Me confesó que había tenido una premonición y que había visto morir a su hijo en sueños. Luego me dijo que había comenzado a aproximarse a las mujeres, a las poetas y a las anónimas. También que se sentía devastada por su separación con el pintor Fernando de Szyszlo. La admiro mucho, creo que debieron darle el Premio Nobel.
¿Qué poetas influyeron en tu obra?
En 1967, por un premio, viajé a la ciudad de Buenos Aires y compré un libro de Alejandra Pizarnik. Ella estaba aún viva, pero la leí años después. Mi formación era marxista y creo que fui sectaria. Literariamente, me reconozco deudora del surrealismo. A quienes admiraba era a otro tipo de mujeres: Simone de Beauvoir, Manuelita Sáenz, la de Simón Bolívar, Mata Hari, Cleopatra, Rosa Luxemburgo, Anais Nin, Isadora Duncan. Nunca iba con la moda del momento, no sé si por ciega o por terca.
¿Eso se trasladó a tu poesía?
A partir de mi libro “Una mujer canta en medio del caos” (1991), empiezo a romper el lenguaje e incorporar a mujeres como personajes: Lady Godiva, Rosa Alarco, Sibylla Arredondo, Violeta Parra. Me marcó mucho el libro “Mi vida”, de Isadora Duncan. Yo, como ella, buscaba el amor ideal, que tal vez no existe.